jueves, 19 de mayo de 2011

La causerie de Fede

Con el abuelo

"No tengo noción de cómo fue Bubi cuando era chico. Por comentarios y anécdotas de sus hijos, pienso que fue de esos tipos “jodidos” cuando se hizo grande. Pero sí tengo certeza de lo que fue como abuelo.

Era realmente un compañero para mí. Si tengo que buscar una respuesta de por qué nos llevábamos tan bien, era por nuestra conexión gracias al fútbol. Yo era muy chiquito, no más de 9 años y mi papá no era futbolero. Tampoco mis tíos. Entonces era el abuelo el que me hacía compañía para ver los partidos del domingo.

Hablábamos mucho de fútbol; no sé si a él le interesaba, pero escuchaba atentamente los comentarios que yo hacía. Todos los lunes me guardaba el suplemento deportivo de Clarín, ya que su diario, Página 12, se tomaba un descanso ese día. También me reservaba el diario El día de La Plata si había alguna noticia importante.

Siempre le voy a estar agradecido, principalmente porque sino fuera por él yo no sería hincha de mi querido Estudiantes de La Plata. Uno de los momentos más lindos de mi vida y que ahora recuerdo muy emocionado es haber ido a la cancha junto a él y mi papá a ver al “Pincha”. Fue en la cancha de Olimpo y las tres generaciones fuimos a la tribuna de calle Chile, donde se ubican los visitantes. Fue empate: Olimpo 2-Estudiantes 2.

Como a sus siete nietos, ¡me encantaba ir a la casa a visitarlo! 11 de abril 70 tenía alegría. Seguramente porque el abuelo nos trataba como si estuviéramos en un hotel cinco estrellas. Si nos quedábamos a dormir, a la mañana siguiente nos despertaba con jugo de naranja exprimido y galletitas.

Era muy divertido estar en lo de los abuelos. Deambulábamos por toda la casa, pero nos encantaba el patio y la terraza. Jugábamos a juegos un poco peligrosos, como tirarle cuchillos a los cactus y usar la lupa para prender fuego papel de diario. Pero con lo que más nos divertíamos era con los viajes en carretilla. Creo que con eso no hay discusión.

Pero también había otros temas, por ejemplo cuando mirábamos películas de Chaplin como “El Pibe” y “Tiempos Modernos”. O algunas comedias como “El gordo y el flaco”.

Recuerdo también que me llevó a la biblioteca Rivadavia porque él era socio y aproveché para ver los diarios cuando Argentina salió campeón en el 86.

Bubi tenía su propia biblioteca en la casa; en carpetas y folios guardaba todas las tapas de Página 12. Era increíble. A mí me sirvió por ejemplo para chusmear en cuantas tapas consecutivas había salido la noticia del asesinato de José Luis Cabezas. Su archivo era tan impresionante que cuando uno de sus nietos lo llamaba para pedirle información de algún tema para el colegio, él lo conseguía de forma inmediata. Así sea de una noche a la mañana siguiente para presentar el trabajo en tiempo y forma.

Además tenía su sección personal; ¡armó un álbum de la familia con más de 30 tomos! Había fotos muy viejas en donde figuraba su abuela Filomena hasta las más recientes donde aparecían sus nietos. Junto con eso, también hizo un árbol genealógico de la familia Guerstein.

También hacía su función de taxi: Nos llevaba y nos iba a buscar a muchos lugares. A mí en particular, al club Sportiva y a donde tomaba clases de batería.

Se me viene también a la memoria cuando junto con la abuela Sofi íbamos al Cribabb a escribirle mails a la familia Palma que vivía en Canadá. Pensar que no hace mucho tiempo de eso, y no teníamos internet en casa… Tampoco existían los cybers.

Era un tipo de hacer regalos; eso sí, un poco berretas… Generalmente los compraba en “Todo x 2 pesos”. Una vez se asustó. Con mi hermano, después de las fiestas, le hicimos la siguiente propuesta: “Por navidad, cumpleaños, año nuevo y reyes queremos… 15 pesos para los dos”. Respiró aliviado…

Como a todos los mayores, le costaba amigarse con la tecnología. La 286 ya no andaba muy bien y las computadoras a color y con conexión a internet la habían dejado fuera de mercado. Así que lo obligamos a comprar una computadora nueva con scanner e impresora. Un lujo para él. Ese día, la compu llegó a la mañana. Al mediodía pasé por 11 de abril y el abuelo no estaba divirtiéndose con el chiche nuevo. No sabía ni cómo apretar el botón grande para encenderla. Lo ayudé diariamente a familiarizarse con el aparato. Pasó el tiempo y lo entendió. Escaneaba muchas fotos, imprimía un montón de cosas, investigaba por internet los diarios; sabía todo.

Renovarse entonces le empezó a gustar; así fue como en poco tiempo cambió el auto, el televisor, la videocasetera por un Dvd con home theater y por último se compró un frízer! Hubo que bajarlo del tren, porque estaba gastando mucha plata.

Cerca de sus 70 años seguía haciendo una de sus pasiones: el tenis de mesa. Y mi hermano y yo lo acompañábamos a verlo jugar con sus amigos.

Una vez fuimos a Bordenave para los 90 años de la escuela. Lo volvieron loco. Lo saludaba todo el mundo; claro, muchos de los que estaban ahí habían nacido gracias a él.

Ya pasados los años, por su enfermedad, era yo el que lo llevaba en auto a hacerse los análisis.

De mi abuelo heredé su bicicleta roja que le había regalado la abuela y que nunca usó. Pero lo que más me dejó, son los momentos que viví junto a él."

Estos recuerdos fueron pasados a papel de esta forma hermosa por mi hermano Federico. Un escritor de verdad.

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